Desde Santiago de Chile, Trepidar irrumpe con fuerza en el panorama independiente con su primer largaduración, Melancolía, un disco que condensa angustia, rabia y esperanza a través de una mezcla abrasiva y emocionalmente cargada de emo, hardcore, y matices de garage noventero y shoegaze atmosférico. La banda —formada en los márgenes del circuito local y moldeada en el cruce de intensidades emocionales y búsquedas sonoras— presenta una obra debut que no solo suena como una declaración de principios, sino también como un espacio de refugio emocional para quienes encuentran en la música un modo de resistir.
Melancolía es, ante todo, un viaje: breve, pero intensamente emocional; melódico, pero crudo; introspectivo, pero profundamente colectivo. Las ocho canciones que lo componen funcionan como fragmentos de una misma experiencia, donde la ansiedad, el duelo, la necesidad de reparación y el anhelo de florecer conviven con naturalidad. A nivel sonoro, Trepidar recoge con honestidad las influencias más potentes del emo contemporáneo y del catálogo de sellos como Run for Cover Records, canalizando la urgencia existencial de Touché Amoré, la textura melódica de Title Fight, la melancolía abrasiva de Superheaven y el tono confesional de bandas como Citizen y Movements. Pero lo más valioso es que ese tributo nunca suena imitativo: cada referencia es transformada en un lenguaje propio, con una sensibilidad local y contemporánea que vibra en cada verso y cada acorde.
El disco se abre con “Espacio-tiempo”, una meditación sobre el deseo de pertenencia en un presente que se escapa entre los dedos: “el tiempo adecuado, en el lugar exacto, el deseo de volver a este espacio”. Desde ahí, se precipita una travesía emocional que alterna intensidad y vulnerabilidad. “Velocidad” captura la ansiedad de lo cotidiano, con imágenes de fuga y movimiento: “la velocidad del tiempo de un ayer, es el atardecer del sitio que debe ser”. Luego, “Enmendar” se convierte en una suerte de réquiem para las relaciones rotas, con líneas como “cuando traje mis balas, me entregaste tu amor”, mientras “Refugio” abre un espacio para la ternura, evocando la presencia de otro como salvación frente al dolor: “tu corazón me salva del dolor, sin pena, con amor”.
En “Florecer”, la banda alcanza uno de sus momentos más luminosos, donde la imagen del girasol en primavera resume el deseo de sanación y reencuentro con uno mismo. “Memorias” opera como un espejo del pasado, cargado de melancolía pero también de liberación: “las maletas son memorias guardadas en el desván”. En “Déjame sentir”, el disco alcanza su punto más íntimo, con un ruego constante por volver a habitar el mundo con plenitud: “déjame sentir la brisa sobre mi cara, déjame sentir la brisa cuando me abrazas”. Finalmente, “Soñar despierto” cierra con una mezcla de nostalgia, pérdida y esperanza: “que no se acabe el sentimiento de soñar despiertos, creando versos” —una síntesis perfecta de lo que propone el álbum: habitar la emoción sin miedo, incluso cuando duele.
Las letras, viscerales y poéticas, no buscan ofrecer respuestas cerradas. Más bien, abrazan la fractura, el silencio, la contradicción. En un tiempo donde se valora lo inmediato y lo digerible, Trepidar apuesta por lo incómodo, lo profundo y lo imperfecto, tanto en lo lírico como en lo musical. La instrumentación dialoga con esa búsqueda: riffs densos que se arrastran entre la distorsión y el delay, baterías que marcan con precisión emocional, y una voz que transita con naturalidad entre el susurro, el canto quebrado y el grito catártico.
Melancolía no es solo una carta de presentación: es una obra madura, coherente y honesta, que pone a Trepidar en el mapa no como promesa, sino como una realidad artística dentro del nuevo emo latinoamericano. En un contexto donde abundan las fórmulas, la banda propone un camino menos cómodo pero más verdadero: hacer música desde la herida, sin explotarla; desde la emoción, sin edulcorarla; desde la melancolía, pero con los ojos puestos en la reconstrucción. Un debut que conmueve, incomoda y acompaña. Un disco donde sentirse menos solo.
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