Cuando se habla de Metal Extremo, ya sea Thrash-Metal, Death-Metal, Black-Metal, etc., es imposible no pensar en Slayer. Es cierto, tanto Slayer como Venom, Kreator, Bathory y (¿por qué no?) Metallica cimentaron las bases de aquellos derivados del Heavy Metal que buscaban ir más allá de los convencionalismos establecidos hasta mediados de los '80, cuando el mundo apenas se reponía de la explosión generada en las islas británicas de la mano de la New Wave Of British Heavy Metal. Pero, más allá de la época y las tendencias reinantes, pocas bandas fueron capaces de generar un impacto con una magnitud similar al ataque nuclear sobre Hiroshima, con una letalidad comparable solo con el ataque japonés sobre Pearl Harbour. Ambos acontecimientos se dieron en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, aquel conflicto bélico que constituyó el mayor derramamiento de sangre durante el siglo pasado. Y precisamente, el tercer trabajo en estudio de Slayer graficaría aquel derramamiento de sangre mediante una 'banda sonora' perfecta, donde la muerte, el dolor y la perversidad humana nunca tuvieron una mejor definición.
Los contactos de
Lombardo consiguen su primer objetivo: fijar la atención de Rick Rubin en
Slayer. El productor, junto con el fotografo Glen E. Firedman (quien produjo el
debut homónimo de Suicidal Tendencies), deciden acudir a algunos conciertos
locales que ofrece la banda, haciendo notar el interés por trabajar en
conjunto, lo que sorprende al mismo Jeff Hanneman, quien está maravillado con
el trabajo de Rubin con grupos como Run DMC. Poco después, en plena gira
europea, Slayer se encuentra directamente con Rubin, quien deja ver claramente
el entusiasmo por trabajar con una banda que ya estaba lista para dar el
siguiente paso.
Grabado entre Junio y Julio de 1986,
"Reign In Blood" marcó la primera experiencia de Rick Rubin con el
Heavy Metal, lo que implicaría a la vez, en un cambio drástico respecto a los
trabajos anteriores. En especial el sonido, factor que, más allá de las
estructuras y las temáticas -enfocadas especialmente en el satanismo-,
mantenían a la banda relegada a un plano secundario respecto a lo que acontecía
con sus compañeros de generación, entre ellos, Metallica. Así es como la banda
se despacha un álbum cuyo impacto se hace sentir cual explosión atómica: diez
cortes repletos de rabia canalizada, simples y directos como una bala a la
cabeza. Cuando Metallica daba cátedra acerca de cómo evolucionar en cuanto a
complejidad y ejecución instrumental, Slayer lo llevó a la dirección opuesta. A
diferencia de los primeros trabajos, la furia maníaca del cuarteto no da tregua
a nada y es Rick Rubin el gran responsable de graficar aquello poniéndolo todo
adelante, al centro y de manera despejada.
Todos aquellos
elementos mencionados anteriormente los podemos encontrar desde el inicio con
el himno 'Angel Of Death', cuyo comienzo marcaría un antes y un después dentro
del Metal Extremo. Intenso, directo, letal. El holocausto judío y la
experimentación con prisioneros por el Dr. Joseph Mengele, todo aquello narrado
con una crudeza descomunal. Los solos de Hanneman y King, totalmente blasfemos,
una ofensa para cualquiera que se diga discípulo de Malmsteen y Satriani.
Arrasando con todo, ya sea para agrado o desagrado de muchos.
El álbum continua
con 'Piece By Piece', cuyo riff repetitivo y amenazante da paso a una sección rítmica
más acelerada, manteniendo la intensidad asesina de una banda que no está
dispuesto a conceder nada. Algo similar encontramos en 'Necrophobic', el corte
más corto del álbum ( 1:41 minutos) pero, a la vez, tan letal como una puñalada
en la yugular. Un elemento a destacar en "Reign In Blood", aplicándose
la formula "menos es más": canciones de corta duración, pero cuyo
nivel de salvajismo no te da respiro. Y ese salvajismo se hace notar más aun en
los solos a cargo de Hanneman y King. Una dupla que parece haber pulido su
técnica en el mismísimo averno.
'Altar Of
Sacrifice' es un claro ejemplo del nivel de peligrosidad que caracterizaba a
Slayer durante aquellos años. Amenazante, venenosa, nos recuerda a los primeros
trabajos del cuarteto, sobretodo por su contenido directamente blasfemo
("ENTER TO THE REALM OF SATAN!!!"). Memorable la sección final,
entrelazada con el inicio de 'Jesus Saves' y su comienzo lento y amenazante. Un
inicio complejo pero que da cuenta de quienes son los generadores del caos
reinante en el Universo. Un punto a destacar respecto a las capacidades
técnicas de Slayer es el trabajo de Lombardo, cuya labor es la prueba de que en
la música de Slayer no hay nada al azar.
La cara B comienza
con 'Criminally Insane', cuyo contenido define el gusto de Slayer por los
asesinos en serie. Un comienzo algo lento, con la batería de Lombardo definida
detalladamente, pero que descoloca después de los primeros 30'' con un cambio
de velocidad que te hará sudar sangre. Imposible dejar de mencionar el trabajo
efectuado por la dupla Hanneman-King, como si hubieran hecho un pacto con
Satanás. 'Reborn' mantiene la tónica del álbum, manteniendo la intensidad sin
necesidad de caer en la monotonía. Riffs repetitivos pero que denotan sed de
sangre. Algo similar en 'Epidemic', con un Dave Lombardo impecable al momento
de mantener una métrica fija pero agregando elementos que le da un alto nivel
de complejidad en su ejecución.Y el final de la
placa, por lejos, es de aquellos que dan cuenta de qué tan adelantados estaban
en aquellos años. El inicio de 'Postmortem' es la entrada misma al infierno,
donde la muerte cobra vida. La influencia sabbathica sería decisiva al momento
de generar esas atmósferas siniestras con que Slayer se volvería una influencia
más allá del Thrash. Y cuando se cree que ya todo acabó, que se ha derramado la
cantidad suficiente de sangre, el sonido de la lluvia nos advierte que falta el
golpe final, a cargo de la siniestra y enajenada 'Raining Blood'. Destrucción y
violencia definidas de principio a fin, en cada nota, en cada golpe, en cada verso.
La esencia de Slayer graficada íntegramente. Una tormenta sónica que, hacia el
final, deriva en una orgía de virtuosismo técnico y violencia químicamente
pura.
Han pasado casi 30
años y "Reign In Blood" sigue definiendo parámetros cuando se trata
de sonar extremo, directo y brutal. Nada sobra ni falta en esta placa que marcaría
un momento crucial en la evolución de un género que, en un principio, parecía
estar relegado a ser sólo un movimiento underground. En lo personal, aún
recuerdo el impacto que me provocó este trabajo en mis años de adolescencia; una
seguidilla de martillazos directos al cráneo, salpicando sangre por doquier.
Una sensación que rebasa todo tipo de etiquetas y contextos. Cuando llueve
sangre sobre nuestras cabezas, el Ángel de la Muerte no distingue género ni
raza alguna. El altar de los sacrificios sigue recibiendo en masa a sus
víctimas en ofrenda hacia los Dioses del Infierno.
Escrito por: Claudio Miranda
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