Hablar sobre la importancia de los primeros años de Death es un trabajo que nos demoraría más de una reseña. Y es que remontarse a los trabajos incipientes de la banda liderada por Chuck Schuldiner implica un viaje directo a las raíces mismas del death metal. Discos como Scream Bloody Gore (1987) y Leprosy (1988), son parte del sello que definió los cimientos de un género que revolucionaría la música extrema para siempre. Aquella etapa inicial, marcada por riffs explosivos, líricas oscuras y una energía desenfrenada, fueron los elementos que no solo catapultaron a Death a la escena internacional, sino que también abrió las puertas para una nueva era en el metal extremo.
Algo que siempre queda en el tintero es si la etapa tardía de la banda de Florida llegó a eclipsar parte del legado de estos discos. Ya sea por la madurez creativa que Chuck Schuldiner desarrolló con el tiempo o por la formación itinerante que transformaba constantemente la identidad creativa de la banda, el impacto de Scream Bloody Gore y, especialmente, de Leprosy rara vez ha vuelto a ocupar el centro de las conversaciones sobre Death.
Es precisamente este capítulo fundacional el que Left to Die busca resucitar. La banda homenaje se enfoca en recrear la crudeza y el espíritu visceral de los primeros trabajos de Death, transportando a los fanáticos a los años en que el death metal comenzaba a consolidarse como una fuerza imparable. Más que un tributo, su propuesta es un acto de devoción a una época que marcó un antes y un después en la música pesada, y un homenaje directo a los álbumes que sentaron las bases del género.
Con una producción minuciosa y una interpretación que captura la esencia de la juventud y la agresividad de los inicios de Death, Left to Die transforma su propuesta en un evento imprescindible para quienes desean revivir el nacimiento de uno de los géneros más influyentes del metal. Esto fue precisamente lo que pudieron experimentar quienes asistieron el pasado 18 de enero al Teatro Cariola, donde Left to Die se presentó en nuestro país.
Como es costumbre, la jornada comenzó con una muestra de lo mejor de la escena death metal local. Coffin Birth fue la banda encargada de encender los ánimos en el recinto del centro de Santiago. Con influencias del brutal death metal más crudo, el cuarteto nacional logró estremecer los oídos de las primeras personas que se congregaron en la cancha del Teatro. Aunque su propuesta sonora resultó simple y algo monótona en ciertos momentos, no por ello careció de intensidad. Con un espectáculo de casi media hora, lograron dar inicio a la velada con buen pie, preparando el terreno para lo que sería una noche memorable.
Dark Spell tomó el escenario como el segundo número de la noche, ofreciendo una actuación cargada de energía y presencia. Con una propuesta escénica cuidadosamente elaborada, destacaron por un vestuario que complementaba a la perfección el concepto de su más reciente trabajo de estudio, sumergiendo al público en su visión artística. La fuerza de su interpretación no tardó en resonar entre los asistentes, quienes respondieron con entusiasmo, dando inicio a los primeros mosh pits de la velada. La conexión entre la banda y el público fue inmediata, marcando un punto alto en el desarrollo de la jornada y dejando claro por qué Dark Spell es una de las propuestas locales más destacadas de la escena.
Por supuesto, una jornada de este calibre no estaría completa sin la presencia de una banda de peso y experiencia que consolidara la intensidad de la noche. Así fue como Execrator tomó el escenario, cargando con el legado de ser uno de los nombres más emblemáticos del death metal nacional. Liderados por el carismático Álvaro Lillo, la banda desplegó un set contundente que recorrió lo mejor de su repertorio clásico, deleitando a los seguidores más veteranos, mientras ofrecían un adelanto de material inédito que promete consolidar aún más su influencia en el género.
Durante casi 40 minutos, Execrator entregó un espectáculo arrollador, cargado de energía, técnica y carisma, logrando una conexión instantánea con el público, que respondió con mosh pits implacables y ovaciones continuas. Su actuación no solo terminó de encender los ánimos, sino que dejó el escenario en el punto exacto para recibir el plato fuerte de la noche, asegurando que el momento cúlmine de la jornada sería inolvidable.
Pasadas las 22:10 horas, las luces del Teatro Cariola se apagaron, marcando el inicio de uno de los momentos más esperados de la noche. Left to Die, al mando de Rick Rozz y Terry Butler, acompañados por los talentosos Matt Harvey en guitarra y voz, y Gus Ríos en la batería (ambos miembros de Gruesome), tomó posiciones en el escenario con una confianza implacable. Desde el primer acorde, el cuarteto dejó en claro que estaban parados en pie de guerra con un objetivo claro e implacable: revivir la energía cruda y visceral de los primeros años de Death con exigua prolijidad. Con un sonido potente y una ejecución impecable, apretaron el acelerador con fuerza desde el primer instante, llevando al público de vuelta a los días de Scream Bloody Gore y Leprosy.
Las notas oscuras y los riffs aplastantes en temas como "Leprosy", "Left to die", "Zombie Ritual" o "Evil Dead" resonaron con fuerza en los parlantes, mientras el público, entregado a la intensidad de la música, respondía con una energía que llenaba cada rincón del recinto. El ambiente era de pura euforia, un tributo no solo a la música, sino a la herencia de una banda que sigue inspirando a generaciones enteras que se gastaron cabeceando, coreando y, sobretodo, mosheando durante poco más de una hora.
El sonido preciso y demoledor de las guitarras lideradas por Rick Rozz, combinado con los atronadores timbales de Gus Ríos, ofreció una musicalización impecable que lograba transportar a los asistentes directamente a los días de gloria del Death de finales de los años 80. La fidelidad con la que la banda replicó cada detalle de aquellos álbumes icónicos fue sorprendente, logrando capturar la esencia cruda y visceral que definió a la banda original en sus inicios.
Esta experiencia inmersiva se vio enormemente intensificada por la capacidad vocal de Matt Harvey, quien demostró un dominio impresionante al emular el tono característico y legendario de Chuck Schuldiner. Tema tras tema, Harvey canalizó la agresividad y la potencia de la voz de Schuldiner, provocando que muchos asistentes cerraran los ojos para dejarse llevar por una sensación casi mística, como si estuvieran frente al Death original en su época dorada.
Cada nota interpretada por el cuarteto norteamericano resonaba con una precisión milimétrica, manteniendo viva la energía explosiva de los clásicos de la leyenda de Florida. La actuación fue un auténtico viaje en el tiempo, un homenaje que no solo rindió tributo a la obra de Schuldiner, sino que permitió a los fanáticos vivir de cerca una experiencia que parecía perdida en la historia. Un pacto con forma de homenaje que lleva un sello de calidad y que generosamente extiende una interpretación pulcra y respetuosa de lo mejor de una de las bandas más grandes de todos los tiempos.
Setlist Left to Die
- Leprosy
- Born Dead
- Infernal Death
- Sacrificial
- Forgotten Past
- Open Casket
- Primitive Ways
- Choke on it
- Torn to Pieces
- Regurgitated Guts
- Left to Die
- Zombie Ritual
- Scream Bloody Gore
- Pull the Plug
- Evil Dead
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