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#Especial Slave To The Grind: La Ley de la Calle


A fines de los '80, la fiebre del Hard Rock americano llegaba a su punto culmine a nivel comercial y, en menor grado, de críticas. La oleada surgida a principios de la década desde el Sunset Strip de Los Angeles, California, dentro de toda la fiesta y el glamour propio de la época, lo único que se tomaba en serio fue el clásico lema 'Sexo, drogas y Rock n' Roll" y no tenía empacho en gritárselo en la cara a cualquiera que no estuviese de acuerdo. Las mallas de leopardo, el cabello escarmenado y el maquillaje conformaban el clima de parafernalia necesario para que aquellas bandas ávidas de diversión se anotaran en el mapa con alguna melodía rockera ganchera y, sobretodo, la infaltable balada que no tardaría en sonar en las radios a todas horas. Motley Crue, Poison, Bon Jovi, Ratt, L.A Guns y Guns N' Roses, independiente del recorrido que llevara cada una de estas bandas, a fines de la década no solo obtuvieron éxito en los rankings y difusión masiva descomunal, sino también supieron ganarse la 'simpatía' por parte ciertos medios que no la pensaron dos veces al etiquetarlos lisa y llanamente como...Heavy Metal. Tal cual, aunque el uso de la etiqueta parezca absurdo tres décadas después, los medios especializados más prestigiosos no tenían drama alguno en elevar a Motley Crüe a la altura de unos Judas Priest, Iron Maiden, Ozzy Osbourne (cuyo look travestido de aquellos años pronto sería afortunadamente "olvidado" por el mismo Madman, razones obvias), Accept y Dio. Lo mismo ocurriría con otras bandas a quienes el término no les acomodaba, pero al menos era útil como gancho para atraer a la juventud de aquellos años. 

  Sin embargo, la década de los '90 inauguraba una serie de cambios y procesos a nivel social, cultural y, era que no, artístico. La explosión del fenómeno musical originado en Seattle, liderado por Nirvana y Pearl Jam, implicaba un cambio progresivo y necesario en la mentalidad de un sector de la juventud que nunca pudo verse a sí misma reflejada en esas canciones que hablaban sobre chicas, fiestas 24/7, correrías sexuales y temáticas similares, cada vez más obsoletas para quienes sabían y/o se dieron cuenta de que, una vez terminada la fiesta, llegaba el momento de volver a la misma mierda de siempre. Por lo tanto, había que escoger, aceptar el cambio o morir. Y ese cambio implicaba no solo el sonido, sino también la imagen (Bon Jovi). Porque luego de que "Nevermind" se erigiera como la nueva Biblia del Rock durante la década en cuestión, los más trasnochados murieron instantáneamente (Warrant, Ratt, L.A.Guns) o sobrevivieron a duras penas (Motley Crue, Poison). Solo Guns N' Roses, a pesar del quiebre interno ocurrido a mediados de los '90, supo aprovechar el momento para consolidarse como un referente a nivel mundial, llenando estadios alrededor del orbe y anotándose en los rankings con lo que fuera, incluso con algún cover.


  Desde New Jersey, una joven y promisoria banda destacaba gracias a su actitud 100% callejera y honesta, lo cual se podía sentir literalmente en su debut homónimo publicado en 1989. En la práctica, era un grupo originario del mismo vecindario que los más exitosos Bon Jovi, banda cuyo emblemático frontman decidió apadrinarlos en un comienzo, incluso invitándolos a compartir escenario durante algunas fechas de la gira de ese año. Skid Row, banda que contaba en la voz con un energético y carismático cantante canadiense de solo 21 años, debutaba en grande con una propuesta musical basada en el Rock duro proveniente de la calle, de la misma manera que lo hizo Twisted Sister, aunque sin necesidad de todo ese maquillaje que hizo de la pandilla liderada por Dee Snider un ícono de la cultura pop ochentera. Sería ese debut homónimo el que los pondría a la par con el fenómeno generado un par de años antes por Guns N' Roses y su golpe directo al mentón llamado "Appetite For Destruction". Ambas agrupaciones conforman, junto a Motley Crüe, la tríada del lado más agresivo y callejero del Hard Rock americano, en contraste con la complacencia y masividad propias de los Bon Jovi, Poison y Warrant.


  Sin embargo, comenzando la nueva década, para los de New Jersey una balada como 'I Remember You', a la postre el gran hit de toda su carrera, empezaba a significar un serio dolor de cabeza. En una placa donde destacaban puñetazos de poder como 'Youth Gone Wild', 'Big Guns' y el himno de la inocencia perdida titulado '18 & Life', la mencionada balada no solo era su éxito principal en los rankings, sino también remarcaba de manera errónea la identidad de una banda que poco y nada tenía que ver con la imagen de 'chicos buenos' de sus vecinos más exitosos. Todo lo contrario: en Skid Row lo que importaba era sonar de manera honesta, la agresividad sobre cualquier complacencia. A estos cinco chicos les gustaba el Rock en su esencia más pura y ante los cambios que traía la nueva década, lo mejor era brindar lo mejor de sí mismos con lo mejor que sabían hacer: Rock n' Roll.


   Inaugurando los '90, y con el ambiente abruptamente ensombrecido por el sonido oscuro proveniente de Seattle, Guns N' Roses se hace con el éxito masivo de la mano del doble "Use Your Illusion", trabajo que les valdría la conquista absoluta del imperio rockero, mientras Motley Crue, luego de tocar techo con "Dr. Feelgood", se sumergiría en una resaca que le tomaría sus buenos años recuperarse, aunque fuera a medias. Del resto de las demás agrupaciones, a excepción de Poison, terminarían siendo historia o sobreviviendo con respirador artificial hasta no dar más. Bajo ese contexto, Skid Row publica el 11 de Junio de 1991 un trabajo demoledor, incluso bastante cercano al Metal de bandas como Metallica, Pantera y Megadeth durante esos años.

   Grabado y mezclado en distintos estudios localizados en Florida y California, "Slave To The Grind" se presenta como una Declaración de Principios por parte de un quinteto cuya esencia callejera no se transa por nada. Bajo la supervisión del destacado productor Michael Wagener -el mismo detrás de las perillas en el debut homónimo del '89-, "Slave To The Grind" puede jactarse de no poseer puntos bajos en ninguno de sus flancos. La portada diseñada y realizada por el padre de Sebastian Bach, inspirada en el 'Entierro de Santa Lucía' -original del legendario pintor italiano barroco Caravaggio-, mostraba en la multitud a John F. Kennedy y eso era suficiente para enganchar a quienes suponían que los de New Jersey se traían algo mucho más explosivo y remecedor que baladas y canciones hechas para la radio. Era solo cuestión de poner play y darse cuenta de que el suave y lúgubre susurro de Bach acompañado  por la guitarra del gran Dave 'The Snake' Sabo era en realidad una advertencia respecto a la explosión de energía expelida en 'Monkey Business', un clásico inmediato para los fans del Hard Rock más cercano al Metal de la época. Un groove tan vacilón como infeccioso y un coro cuyo efecto resulta similar al de un puñetazo a la cara son la carta de presentación que cualquier banda querría para sí misma. La interpretación de Sebastian Bach, pura rabia juvenil, suficiente como para despertar muertos, mientras la pareja de guitarras conformada por Sabo y Scotti Hill imponen todo su peso arrollador cual aplanadora. Por supuesto, nada sería posible sin la participación del baterista Rob Affuso y el bajista Rachel Bolan, encargados de generar el groove característico en un género que sabía que su sobrevivencia dependía más de sí mismo que de lo que dictaran las nuevas tendencias. NO solo se trata del track que abre el álbum, también fue el primer single elegido. Para el recuerdo el videoclip realizado, repleto de efectos especiales en blanco/negro y color, con la banda haciendo gala de su agresividad en medio de un paisaje con rasgos desérticos.


    Al igual que Twisted Sister, Skid Row siempre se orientó más al público metalero, incluso ganándose el afecto por parte de los fans de Metallica y Pantera, banda con la que compartirán escenario en pleno punto de fusión. 'Slave To The Grind' se encarga de despejar todas las dudas respecto a la identidad callejera de estos chicos que poco y nada tenían que ver con las letras idealistas y joviales de sus vecinos Bon Jovi. Un riff que no insinúa nada, simplemente va al ataque, con el acelerador hasta el fondo. Tanto el video realizado para esta canción como la anterior revalidaron con fuerza la identidad de una banda que generaba gancho mediante una imagen rebelde cuya credibilidad solo se comparaba, en esos años, a la proyectada por la pandilla de Axl Rose, el eterno y querido amigo de Sebastian. La única diferencia es que, mientras Guns N' Roses apelaba a una fórmula basada en la grandilocuencia de Queen -a diferencia de los tiempos del "Appetite..." donde la influencia de Led Zeppelin y, sobretodo, Aerosmith, se hacía notar en cada riff-, Skid Row apeló con firmeza a la 'mala leche' del debut, subiendo el volumen y despachándose los riffs más letales que pudiesen existir en esos tiempos próximos a la oscuridad del grunge.


   El groove pegajoso y vacilón de 'The Threat' y la fogosa intensidad de la balada 'Quicksand Jesus' no tienen problema en intercalarse de manera magistral, pese a que en esta última el trabajo de Sabo y Hill en las seis cuerdas llega a conmover tanto como el desempeño vocal de Sebastian Bach, un cantante cuya voz alcanzaba todos los registros existentes de manera notable. Por cierto, llega a ser inexplicable el cómo ambos cortes -y tantos otros de la placa- no fueron considerados como singles, ya que es imposible resistirse ante semejante derroche de melodía hecha para permanecer en los sentidos humanos de por vida. La misma pregunta nos formulamos con 'Psycho Love', un ejemplo gráfico de cómo el joven cantante canadiense dominaba su registro a su antojo, sobretodo en esos coros hechos para hacer cantar a todo un estadio. Si con el track anterior muchos pensaban que este disco sería igual al anterior, 'Psycho Love' barre con todos los prejuicios sobre las intenciones de la pandilla de New Jersey, incluso no hay problema en pisar el acelerador hasta el fondo en los últimos 20''. Pura actitud.

   El siguiente corte posee un título que habla por sí solo: 'Get The F**k Out', cuyo coro/título está hecho para gritárselo en la cara a cualquiera que se interponga en tu camino. No solo el coro, sino también el riff principal es un llamado a patearlo y romperlo todo, sin guardarse nada. A estos chicos les gusta el Heavy Metal, pero la esencia punk se hace notar de manera natural. Obviamente, el solo hecho de que una canción se titulara así no pasó inadvertida para la censura, por lo que hubo que editar una versión del álbum con 'Beggar's Day' en su lugar, un corte más acelerado y con un coro aplastante, pero que más bien pareciera un 'descarte' del excelente debut homónimo, a lo que se suma su excesiva 'jovialidad' respecto a más sucio y pendenciero 'GTFO'.

   'Livin' On A Chain Gang' saca a relucir la capacidad de crear melodías certeras sin dejar de lado la natural agresividad con que el quinteto te hace sentir intimidado. Cuesta creer que la dulce y emotiva voz de 'I Remember You' también sea capaz de escupir todo tipo de improperios con esa camorra, pero así es la cosa. 'Creepshow', una de las menos conocidas del álbum, mantiene firme la identidad callejera de la banda en este álbum en que nada sobra ni falta. Y ya que mencionábamos la exitosa balada que consagró a los de New Jersey en el '89, Hay que hacer un hincapié necesario en, a mi juicio, una canción totalmente compuesta e interpretada con el corazón: 'In A Darkened Room'. Mientras 'I Remember You' estaba hecha para recuperar al amor de tu vida, 'In A Darkened Room' significa todo lo contrario. Un lamento por el final de una relación sentimental, en donde el miedo hacia el futuro se impone a la luz que podías encontrar en 'IRY', un corazón destrozado cuyo refugio parece estar en las mismas penumbras del alma. Por razones obvias, no alcanzó la misma notoriedad en los rankings que su antecesora del '89, pero para los fans debe ser una de las composiciones más honestas y sobrecogedoras tanto del propio Sebastian Bach como de la propia banda -los solos de Scotti Hill le sacan lágrimas hasta al más duro.

   Para el final, tres cortes que, a pesar de no alcanzar mucha notoriedad, reflejan con puño en alto la naturalidad con que "Slave To The Grind" golpeó la mesa. Primero con toda la camorra de 'Riot Act', perfecta para encender cualquier fiesta durante un sábado por la noche, aunque con las 'consecuencias' previstas. Luego tenemos el groove aplastante de 'Mudkicker' y esos coros muy ‘a la Def Leppard’, con Scotti Hill despachándose un solo de antología mientras la maquinaria instrumental compuesta por Sabo, Affuso y Bolan barre con todo a su paso. Y para rematar, la desgarradora balada 'Wasted Time', muy en la onda de '18 & Life', pero que, al igual que en el video realizado, dejaba en claro un discurso enfocado en el sector más vulnerable de la juventud, aquella para la que el futuro se veía negro -si es que lo había-. Por supuesto, encajaba perfectamente con el movimiento que se originaba en Seattle, recordándonos que la fiesta se acabó y ante nuestros ojos hay una realidad que enfrentar.

   A pesar de que no generó el mismo impacto de ventas que el debut homónimo, "Slave To The Grind" le valió a Skid Row un espacio honorífico en la comunidad del Metal, al punto de compartir escenario con bandas de la talla de Pantera y Soundgarden. Dato a considerar si tomamos en cuenta de que, gracias a este LP, la pandilla de New Jersey se desmarcó de toda una generación destinada a desaparecer. La gira con sus amigos de Guns N' Roses -la banda más grande del Hard Rock en esos años- fue una señal evidente de que la credibilidad se impuso a lo que dictara la industria. Una época dorada cuyo punto culmine sería la histórica actuación en el tradicional festival Monsters Of Rock de 1992 en Donington, donde fueron segundos en un cartel liderado por Iron Maiden y conformado por referentes de la talla de Slayer y WASP. Sin embargo, el quiebre llega en 1996 cuando, en plena promoción del irregular "Subhuman Race", Sebastian Bach renuncia a la banda luego de una serie de conflictos con sus compañeros, por lo que, a pesar de las reuniones posteriores con otros cantantes, ya nada volvería a ser igual.

    Han pasado 25 años y "Slave To The Grind" sigue dictando cátedra respecto al Hard Rock en su esencia más pura, pulido en donde se ven los de verdad: la calle. En un mundo donde es imposible ser el Rey del mundo mientras permanecemos adictos a la rutina, Skid Row nos lo recuerda a la cara, sin ningún tipo de censura apenas le ponemos play a un trabajo que exuda agresividad y ‘mala leche’  en su estado más puro en poco menos de 50’. Cuestión de actitud.

Escrito por: Claudio Miranda
 

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