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Eterna Inocencia: treinta años de hermandad y resistencia en el Caupolicán

Diego Pino 9 de noviembre de 2025



El anuncio de Eterna Inocencia junto a los locales Tenemos Explosivos en el Teatro Caupolicán, para el 8 de noviembre de 2025, fue una sorpresa que entusiasmó a sus seguidores. No por el regreso de la banda —que visita Chile desde 1999—, sino porque esta vez lo harían en uno de los escenarios más emblemáticos del país. Desde aquel primer viaje, el grupo argentino ha construido una relación única con el público local, una conexión que va más allá de la música y se sostiene en valores compartidos, energía y afecto mutuo.

A lo largo de los años, Eterna Inocencia ha convertido cada visita en una celebración intensa, donde la pasión del público chileno se mezcla con la entrega total de la banda. Sus integrantes suelen decir que Chile se siente como su segundo hogar, y basta asistir a uno de sus conciertos para entender por qué: en cada canción se respira una comunión sincera entre escenario y público, entre convicción y emoción.

Las letras del grupo, atravesadas por una honestidad política y emocional poco frecuente, logran tocar la fibra más profunda de quienes se identifican con su propuesta artística. En ellas se proyecta la misma energía que en sus presentaciones en vivo: un mensaje que trasciende fronteras y años, y que reafirma su compromiso con la autogestión y la resistencia cultural.


Al acercarme al Teatro Caupolicán cerca de las 18:45, ya se sentía en la atmósfera la sensación de lo que se avecinaba: un show de alta calidad que la banda merecía después de 30 años de trayectoria. Al ingresar al recinto, con el inicio de Tenemos Explosivos, la banda logra encender la mecha casi de inmediato. Sus seguidores más acérrimos comienzan a corear cada canción. Con una bandera de Palestina en el escenario, la agrupación demuestra una vez más que su postura política es clara y contestataria, sin rodeos ni tapujos.

Tras la presentación de Tenemos Explosivos, la cancha del lugar ya se encontraba repleta, aguardando ansiosa la salida de los representantes de nuestro país vecino.

Comienza el espectáculo con un mazazo de clásicos atemporales. El teatro explota en gritos y coros; se hace evidente que el paso de Eterna Inocencia es relevante, que no importa cuántas veces vengan, su público siempre estará para alentarlos, como si se tratara de un ritual de entrega total.

En un principio, me llama la atención que Guillermo decida no interactuar, considerando que suele conectar con el público de manera horizontal. Sin embargo, en esta primera tanda de canciones, prefiere reservarse y tocar una canción tras otra.

Luego, hace una pausa para enfatizar que, por ser una fecha especial, tocarán temas de su primer disco. El público grita y estallar el fervor con locura: se vienen canciones que no se escuchaban desde hace muchos años.

Poco después se entiende por qué el cantante había estado tan silencioso: estaba guardando un discurso prolongado para el final. A dos temas del encore, dedica unas palabras profundas y emotivas al público chileno.

Con una mezcla de gratitud y rebeldía, Guillermo toma el micrófono frente a un público que corea cada palabra. “Nunca pensamos llegar tan lejos, pero seguimos con la misma energía de cuando empezamos en un garaje”, dice, abriendo el show de los 30 años de Eterna Inocencia en su gira por Chile.

El discurso está cargado de emoción, pero también de una convicción que atraviesa la historia del grupo. “Esto no es negocio, es amor, es convicción. Si seguimos acá es porque creemos en la música como forma de resistencia”, remarca, reafirmando el espíritu punk y autogestionado que define a la banda desde sus inicios en Buenos Aires en los años noventa.


Guillermo también se detiene a hablar sobre la conexión con Chile, país que los ha acompañado en diferentes etapas de su trayectoria. “Cada vez que venimos sentimos algo especial. La gente acá nos trata como hermanos, y eso nos llena el alma”, expresa, mientras el público responde con una ovación que mezcla emoción y pertenencia.

Más adelante, reflexiona sobre el paso del tiempo y la madurez colectiva que implica sostener un proyecto independiente durante tres décadas: “Treinta años es toda una vida… crecimos con ustedes, con las bandas, con los espacios que resistieron. Y acá estamos, todavía de pie.”

El cierre es un mensaje de gratitud y esperanza, fiel al espíritu solidario de la banda: “Gracias por ser parte de esta historia, por no soltar la mano. Que vengan otros treinta más, con las mismas ganas y la misma fe.”

El bloque final contempla los clásicos de siempre, incluyendo el moderno “Weichafe Catrileo”, donde se menciona la lucha del pueblo mapuche y la resistencia al capitalismo imperante.

Al finalizar el show y la emotiva alabanza entregada junto a una cordial despedida y la promesa de siguientes fechas, logro notar que antes de la salida se encontraban fotografías de distintos momentos de la banda en Argentina, destacando el apoyo mutuo y la autogestión con el enfoque político que les representa desde siempre.

SETLIST:



Cuando pasan las madrugadas

Viejas esperanzas

Puente de piedra

Abrazo

Trizas de vos

Tus heraldos

La radio comunitaria

A los que se han apagado

Las distancias son nada, a veces

Cuando salgo a tocar

Cartago

Cassiopeia

15 años

Let's Start the Sunrise Together

Mi puño es la herramienta

Hazlo tú mismo

Cañaveral

Inocencia

My Family

Le pertenezco a sus ojos

Sin quererlo

A Elsa y Juan

Encuentro mi descanso aquí

Weichafe Catrileo


Viejas esperanzas

Mira las fotos acá

ESCRITO POR: Ricardo Tapia 
FOTOS POR: José Onetto



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