El metalcore volvió a tomar forma de avalancha. El regreso de The Devil Wears Prada a Chile no fue un simple concierto: fue una descarga de furia, técnica y emociones que arrasó con la Sala Metrónomo y dejó a un público exhausto, pero con una sonrisa tatuada en el rostro.
La previa ya olía a electricidad. Afuera, las filas se llenaban de poleras negras, conversaciones aceleradas y fans pacientes, aunque impacientes, que esperaban volver a ver a sus ídolos tras 14 años de su última visita a Chile. Adentro, la sala —más llena de lo habitual, hay que admitir— estaba densa, caliente, como si todos supieran que la tormenta estaba a segundos de caer. Una previa con música digna de un show de electrónica del año 2016 anticipaba lo que sería un reencuentro emocional y explosivo. Y así fue: luces apagadas, un rugido colectivo y, de pronto, Mike Hranica emergiendo desde la oscuridad con el micrófono en alto para abrir fuego con “Watchtower”. El piso tembló. El pit se abrió como un vórtice y cientos de cuerpos comenzaron a chocar con violencia y euforia.
El repertorio fue un golpe directo al corazón de los fans. Viejos himnos como “Danger: Wildman” y “Born to Lose” hicieron que la sala entera coreara con rabia, mientras temas más recientes como “Ritual” demostraron que TDWP sigue siendo una banda que no teme evolucionar sin perder brutalidad. Adaptarse a las nuevas tendencias no es nada complicado para ellos, y el seguir reinventándose les juega muy a favor. La precisión de Jeremy DePoyster en las guitarras y los coros melódicos dio contraste a los gritos desgarradores de Hranica, creando ese balance tan característico de la banda: belleza y caos en la misma frase.
El público chileno cautivó a los norteamericanos con el clásico “Olé, olé, olé, Prada, Prada”. El afecto fue correspondido con un certero “Los extrañamos”, gritó Hranica en un momento, y la sala respondió con una intensidad que podría haber derrumbado el techo. Entre cada tema, la banda no perdía tiempo: todo era directo, rápido, con breves pasos por ambientes más lentos y sin discursos innecesarios, dejando que la música fuera la verdadera conversación.
El cierre llegó con “Hey John, What’s Your Name Again?”, un último golpe que dejó a todos sin aire. Luces encendidas, sudor, aplausos y gritos pidiendo más. No hubo bis, pero tampoco hizo falta: la sensación de haber presenciado algo único ya estaba marcada en cada garganta ronca y en cada moretón ganado en el pit.
The Devil Wears Prada abandonó suelo chileno dejando una certeza: el vínculo con sus fans aquí es inquebrantable. No sabemos cuándo volverán, pero lo que vivimos esta noche será difícil de superar. Porque no fue solo un recital: fue un ritual de caos, sudor y catarsis.
Setlist:
- Watchtower
- Danger:
Wildman
- Born
to Lose
- Salt
- Broken
- Ritual
- Reason
(Excision cover)
- Noise
- Reptar,
King of the Ozone
- Escape
- For
you
- Dez
Moines
- Chemical
- Sacrifice
- Dogs
Can Grow Beards All Over
- Hey
John, What´s Your Name Again?
