La noche lluviosa del 21 de agosto se transformó en un ritual en el Honesto Mike de Vitacura. El murmullo del escepticismo presagiaba algo distinto, una ansiedad compartida por ser parte del lanzamiento oficial de Private Music, el nuevo capítulo de Deftones.
La decoración estaba llena de carteles de cada uno de los integrantes de Deftones, muy similar a un afiche de “Se Busca” del viejo oeste, pero que transmitía la intimidad de estar en un lugar privilegiado. Las luces verdes, el frío y la gente llegando mojada cargaban de expectativa lo que vendría. A pesar de que el disco se había filtrado un par de días atrás, los asistentes prefirieron esperar para vivir la sorpresa.
Los agradecimientos iniciales de Warner Chile y Sonar FM solo aumentaron la ansiedad. Luego, por fin, la música comenzó a fluir. My Mind Is a Mountain irrumpió con riffs potentes y capas ambientales, una apertura feroz que estableció de inmediato la dualidad del álbum: agresividad y sofisticación. Locked Club siguió con un pulso casi tribal, riffs afilados y pasajes hablados que transmitían la energía de una fiesta oscura.
Cada canción construía un viaje distinto. Ecdysis sorprendió con la base pulsante del bajo de Fred Sablan y los sintetizadores de Frank Delgado, mezclando industrial, shoegaze y grunge en una textura densa y experimental. Infinite Source ofreció un respiro, un momento sereno y melódico que generaba introspección, mientras que Souvenir se extendía como el corazón emocional del álbum, con un outro de sintetizadores hipnótico que envolvía a todos en la sala.
En medio de la escucha, cXz retomó la tensión con atmósferas oníricas, I Think About You All the Time desplegó un aire cinematográfico cargado de anhelo, y Milk of the Madonna explotó en guitarras y percusión como un himno apocalíptico. Cut Hands devolvió la agresividad más pura, y ~ Metal Dream cerró la parte sonora con un minimalismo etéreo, antes de que Departing the Body pusiera un punto final con un clímax expansivo y cinematográfico.
Pero el disco no fue lo único que se vivió esa noche. Entre risas nerviosas, miradas cómplices y el temblor de la lluvia que aún golpeaba afuera, se sentía una catarsis compartida: desconocidos se conectaban por la música, se movían al compás de riffs que algunos ya se sabían de memoria y otros descubrieron por primera vez. Era un momento que iba más allá de un simple lanzamiento: era la magia de Deftones en acción.
Salir de allí fue regresar a la lluvia con una sensación extraña y cálida: la certeza de haber sido testigo de algo único, y de que el efecto Deftones seguiría resonando incluso fuera del Honesto Mike.
Por Vicente Stuardo:
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