Beherit: Ritual sonoro desde la densidad del abismo

El black metal es un género que siempre ha gozado de ciertas particularidades, pero una de las más insignes es el reflejo de sus presentaciones en vivo. Deja de ser un concierto para transformarse en algo más: un rito, un trance colectivo, una fisura en la realidad. Lo vivido la noche del 21 de mayo en el Teatro Cariola no fue solo un show, sino una invocación. Beherit, uno de los nombres más enigmáticos y reverenciados del underground finlandés, hizo su debut absoluto en Chile con una presentación que rebasó cualquier expectativa previa: un espectáculo austero en forma, pero colmado de densidad simbólica y poder espiritual. Una experiencia sensorial que desdibujó los límites entre música, ceremonia y revelación.

El teatro, ubicado en plena calle San Diego, se convirtió en el epicentro de una comunión negra donde la ansiedad reinó desde temprano. Pasadas las 20:00 hrs., Sporae Autem Yuggoth abrió la jornada con un set de carácter introspectivo y sombrío, guiado por pasajes que remiten tanto al doom como al black más atmosférico. Sin abusar de la ornamentación, construyeron un marco sólido, como quien prepara el altar para algo que está por ocurrir.

Minutos más tarde, Execrator, liderados por el veterano Álvaro Lillo, encendió la llama ritual con un repertorio que combinó clásicos de su repertorio con material más reciente. La banda se mueve con oficio y crudeza, cargando sobre sus hombros décadas de fidelidad al sonido oscuro, ejecutado con una jerarquía que los posiciona como uno de los referentes más estables de la escena local. La respuesta del público, cálida y en aumento, presagiaba lo que se venía.

Y entonces, sin mayor anuncio, poco antes de las 22:00 hrs., Beherit emergió desde la penumbra. La introducción, larga y espectral, invocaba un estado alterado de conciencia. Una atmósfera densa comenzó a envolver al recinto, acentuada por una niebla espesa y luces que, en lugar de iluminar, parecían querer borrar la figura humana del escenario. No hubo foco alguno sobre los músicos. No hubo interacción directa con el público. Lo que hubo fue una misa oscura.

Beherit no vino a tocar canciones, vino a manifestar un ideario. Su propuesta en vivo es radicalmente coherente con su legado: desde los estallidos primitivos de The Oath of Black Blood (1991) hasta los pasajes cósmicos y abstractos de Drawing Down the Moon (1993) o Bardo Exist (2020), todo está en función de una experiencia que va más allá de la forma tradicional de espectáculo. No hay rostros visibles. No hay palabras. Solo sonido, humo, y vibración.

Musicalmente, el set navegó entre las distintas etapas de su historia. Se reconocieron temas como “Nocturnal Evil”, “Sodomatic Rites”, “All in Satan”, entre otros himnos de su etapa más cruda, que aquí se presentaron reconfigurados en un formato que amalgama el black metal cavernoso con la electrónica ritual y el ambient infernal. El resultado fue hipnótico y abrumador. Cada corte se desdoblaba en una especie de continuum donde las canciones parecían no tener principio ni final. El efecto fue devastador: como si estuviéramos asistiendo a un solo gran tema, a una invocación sonora extendida durante casi una hora.

El silencio entre canciones, la prohibición de cámaras en la barricada y la ausencia deliberada de protagonismo visual (razón por la que en la reseña se incluyen puramente fotos tomadas con dispositivo celular) respondían a una lógica escénica clara: Beherit no interpreta un show, canaliza una experiencia. El cuerpo desaparece. Solo queda el eco de voces distorsionadas, líneas de bajo que retumban como mantras, percusiones que avanzan en espiral. A ratos, era posible imaginar que estábamos bajo tierra, o en un templo sumerio, o al borde de un trance.


La impresión general es la de haber sido testigos de algo irrepetible. Beherit jamás ha sido una banda que funcione según las lógicas del circuito tradicional. Su historia está plagada de huidas, silencios, mutaciones sonoras. Desde sus inicios en Rovaniemi en 1989, pasando por el black metal primitivo y blasfemo de sus primeras demos, su reinvención ambient en los noventa y su regreso con Engram (2009), todo en Beherit responde a una voluntad artística de ruptura, de extrañamiento, de no encajar.

Su debut en Chile llega así como una epifanía tardía. Una que quizás nunca se repita. No hubo merchandising, ni discurso, ni carisma rockero. Solo niebla, luz hacia el vacío, distorsión, pulsos electrónicos y un eco de guerra espiritual. Para quienes estuvieron allí, la sensación fue clara: esto fue un rito de clausura y revelación, algo fuera del tiempo, ajeno al mercado, a los ciclos de gira, a la lógica del espectáculo.

Beherit vino, vio y desapareció como un espectro. Y lo que dejó no fue solo música, sino una marca invisible en el alma de quienes, en esa noche densa de otoño santiaguino, decidieron cruzar el umbral y sumergirse, aunque fuera por un instante, en el corazón negro del mundo.


Setlist

Intro

Lord of Shadows and Goldenwood (Prólogo)

Tireheb

Solomon´s Gate

Nocturnal Evil

Sodomatic Rites

Temple Grave Desecration

Black Arts

The Gate of Nanna

Unholy Pagan Fire

Lord of Shadows and Goldenwood (Epólogo)

Outro

All in Satan

Pagan Moon

Outro


Reseña por René Canales




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