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#DeCulto - Pink Floyd y "The Wall": Todos hablan, nadie escucha


La historia cuenta que cuando el single "Another Brick In The Wall (Pt.2)" vio la luz un 23 de noviembre de 1979, las impresiones fueron dispares. Para el público mainstream y los recién iniciados, se trataba de un himno de rebeldía en toda su forma, al punto de congeniar con la furia del punk, tendencia musical cuyo estallido en Inglaterra en 1977 marcó un punto de quiebre a nivel global. Para los puristas, en cambio, la aparente incursión de los máximos héroes de la psicodelia en la 'música disco' -la moda de aquellos años, vergüenza ajena sin peros- despertaba recelo y decepción; no se podía creer tamaña brutalidad por parte de los mismos responsables de "The Dark Side Of The Moon" (1973), "Wish You Were Here" (1975) y "Animals" (1977), trilogía conceptual que de a poco develaba una faceta grandilocuente y existencialista a la vez. De cualquier forma, y a pesar de la sorpresa general, lo cierto es que el single generaba otro efecto en su versión en estudio, incluida en un álbum doble que no tardaría en inscribir su nombre en la cultura popular.

 La transición de los '70 a los '80 estuvo marcada, en gran parte, por la Guerra Fría. Un mundo fraccionado en dos bloques, con la URSS apoyando guerrillas y procesos revolucionarios, mientras USA hacía lo propio con los golpes de estado. América Latina y Africa sufrieron los embates de este enfrentamiento global, derivando en la violación sistemática de los derechos humanos. La tensión en las naciones del "3er Mundo" y la carrera armamentista entre las dos potencias mundiales por definición, cimentaron un panorama de desconfianza, donde la paz se podía cortar con un cuchillo y la diversión se transformaba de una en maldad. Un capítulo de la historia que parecía cerrado tras la caída del Muro de Berlin y la disolución de la Unión Soviética, pero que en realidad ignora un principio absoluto: la historia es cíclica. Aquí y en la quebrá' del ají.

 En un contexto donde imperaba la opinión en blanco y negro -y aún parece no cambiar nada-, Pink Floyd edita una placa en estudio doble, siguiendo la línea conceptual de sus antecesores, partiendo por el fundamental "The Dark Side Of The Moon" (1973). La historia es simple, aunque incómoda y poco feliz: Pink, el protagonista, es una estrella de Rock que, pese a tenerlo todo, se aisla por los traumas de su niñez. Su padre, un soldado británico de la 2da Guerra Mundial, muere en combate y tamaña pérdida deriva en la sobreprotección de su madre. En medio del camino al éxito, debe lidiar con el fracaso sentimental y la presión del estrellato, por lo que se sumerge en una fantasía que, pese a "protegerlo" del mundo exterior, termina hundiéndolo en un infierno mental. El descenso a la locura alcanza su fondo cuando Pink, inmerso en su encierro, se convierte en un dictador fascista y, al darse cuenta del costo que implica dar el paso hacia el punto sin retorno, se detiene por su propia voluntad: no quiere ser algo que repele. Tras un juicio simbólico e imaginario, es "condenado" a derribar el muro y, por ende, mostrarse al mundo exterior. La liberación, sin embargo, no es definitiva; Pink tiene la oportunidad de vivir y fluir nuevamente, por lo que sólo depende de sí mismo para evitar caer en el aislamiento de su entorno.


La trama del álbum contiene ciertos autobiográficos del propio Waters, aunque la figura del ex líder y fundador Syd Barrett está ahí presente, una constante a lo algo del catálogo de los ingleses, como podemos notar en algún pasaje del "The Dark Side..." y el más oscuro "Wish You Were Here". Barrett fue el genio detrás del debut triunfal en el estudio con el revolucionario "The Piper At The Gates Of Dawn" (1967) -pieza fundamental de la psicodelia hasta hoy-, pero la presión del éxito inmediato y su comportamiento errático debido al excesivo consumo de drogas como el LSD, bastaron para alejarlo de la banda que lideraba hasta comienzos de 1968. De alguna forma, y tras una breve incursión como solista tras su salida, Syd desaparece del circuito musical y termina el resto de su vida recluido física y mentalmente del mundo exterior, hasta su muerte en 2006. El ingrediente autobiográfico no habría tenido efecto sin un detonante: en una presentación en Montreal -durante la gira "In The Flesh", en 1977-, Roger Waters le escupe a un fan de la primera fila debido a su comportamiento enajenado. El espasmo de alienación en el que cae al cometer ese acto, sume al bajista y cantante en un resentimiento contra la locura que provocaba entre los fans el mundo de las estrellas de Rock, por lo que en una de sus fantasías surge la 'idea' de construir un muro entre el escenario y el público.

  El mundo interior y exterior que inspiró la idea de "The Wall" hace 40 años no tiene diferencia con el de ahora. Lo que surgió en la mente de Roger Waters desde un punto de vista personal, en realidad constituye el reflejo de la historia del mundo en su esencia. La violenta erupción con que "In The Flesh?" inaugura este viaje introspectivo genera daño y, al mismo tiempo, nos da el impulso necesario para liberarnos de nuestras ataduras, de aquello que detestamos y queremos erradicar de nuestro interior. En un mundo dividido por ideologías, nosotros como individuos estamos propensos a esa "protección" de lo que ocurre afuera, al punto de ver en el aislamiento una solución. Craso error: a lo largo del álbum, nos encontramos con Pink enfrentando sus miedos y traumas en una atmósfera deprimente, dispuesto a construir un muro que lo tenga a salvo en su zona de confort. Pero el fracaso de su matrimonio, con infidelidad incluida, no hace más que empeorarlo todo, por lo que las drogas aparecen como alivio en medio de la desesperanza.
  
   La fantasía autodestructiva en que nuestro protagonista se ve atrapado, no es más que una metáfora del mundo real. Un mundo regido por el miedo a la diferencia, el egoísmo y la incomunicación. El odio se transforma en un valor y la libertad es desechada en favor de la seguridad que brinda la ideología de turno. Si la parte 2 de "Another Brick In The Wall" en su versión single mostraba una apariencia de rebeldía juvenil cercano al punk, la unión de las tres secciones proyecta una realidad aterradora: la construcción del muro en la 1ra parte -tras la muerte del padre de Pink-, la culpa hacia su madre y los profesores abusivos en la 2da y el aislamiento total en la 3ra, cuando se despide del mundo exterior y se refiere a ellos como "sólo ladrillos en el muro". 


  En el caso de "Mother", el supuesto amor materno que se le achaca apunta la sobreprotección de una sociedad con rasgos infantiles en su desarrollo; la cultura del miedo en un grupo humano que ve enemigos fuera de los límites de su hábitat. Llevar una vida sin riesgos, una sociedad consumista que se soslaya en la comodidad que le da el dinero, alejada de todo contaminante que socave nuestra homogeneidad, mirando al extranjero pobre como amenaza a la estabilidad. ¿Les suena familiar aquello? El fascismo se define formalmente como un movimiento social y político, pero es más peligroso cuando nos inculcamos esa idea como individuos, bajo el argumento de la "seguridad" y la "paz". Más claro echarle agua.


  El sumergirnos en nuestras fantasías para escapar de la realidad es el principal tópico de una canción como "Comfortably Numb". No necesariamente el abuso de sustancias nos entumece para aliviar el dolor: todo vale cuando la frustración se convierte en guía. En vez de enfrentar la realidad, optamos por caer en lo más profundo del abismo, incluso teniendo a mano los medios y la gente que está al lado. Las drogas, la juerga, los espectáculos de neón con que nos deslumbramos y satisfacemos la falta de rumbo... Todo sirve al momento de evadir lo tangible y el egoísmo con nuestro ser interior adquiere un nivel preocupante. Y son esos ladrillos en el muro los que se van acumulando hasta privarnos de la verdadera libertad.

  

  El encierro que denuncia "The Wall" se construye en base al hedonismo con que nos formamos a diario. La empatía y la sensibilidad son desechadas en favor del ego alimentado por el consumismo y el bombardeo publicitario, haciendo mella de nuestra integridad y transformándonos en ovejas -la alusión a "Animals" (1977) es obligatoria-, siguiendo a las masas sin cuestionamiento que valga. El placer como meta de vida, dispuesto a adquirir de manera instantánea y a cualquier precio. Triste pero cierto: lo que nos reconforta puede terminar siendo nuestra perdición, al punto de rozar el extremo de la locura. En ese punto, y al igual que Pink, nos damos cuenta de cuán bajo hemos caído, así como del límite que separa la razón de la locura. Y sabiendo que no hay vuelta atrás cuando traspasamos ese umbral, nos miramos en el espejo y abrazamos el cambio y el aprendizaje. Un via crucis anímico que, pese a lo cíclica de su naturaleza, nos brinda una oportunidad para crecer y empezar de nuevo.

   En conclusión, "The Wall" prevalece como mucho más que una "obra maestra del Rock" y la mirada que nos expone va más allá de la autobiografía del genio creador de Pink Floyd. Es una clara denuncia respecto a un mundo regido por el miedo en todas sus formas y un llamado a despertar del letargo consumista que nos mantiene privados de la libertad individual. Y ese miedo es el que vemos cotidianamente en nuestro círculo social, donde todos hablan pero nadie escucha. Afortunadamente, en "Hey You" está la clave para dar el paso hacia nuestro cambio como seres humanos: "Juntos aguantamos, divididos caemos". Y depende sólo de nosotros.


Escrito por: Claudio Miranda

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