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#CdReview - Hidalgo: "Kelmuya"


 "Música chilena y punto". Literal y escueto, el destacado guitarrista nacional Gabriel Hidalgo se refirió hace un par de años, en una entrevista a un conocido medio, a la definición de su propuesta musical, la cual data desde hace más de una década. Por supuesto, y analizando su catálogo discográfico al frente de Hidalgo, la banda como tal, entendemos la orientación progresiva de su sello como una búsqueda incansable de nuevos recovecos y, sobretodo, el inicio de una nueva ruta a tomar en cada trabajo. Y lo que nos ofrece en "Kelmuya" no solo responde a esa orientación, sino que marca un hito a nivel discográfico en todo aspecto.

 Para hacernos una idea del peak creativo con que Hidalgo consolida su propuesta, debemos resaltar un nombre de peso que integra la alineación actual. Hablamos del maestro Jorge Campos, eximio bajista y músico chileno, recordado por su labor en el sonido de Fulano y la era moderna de Congreso, además de una interesante trayectoria en solitario como exponente de una fórmula arraigada en la experimentación y la reivindicación de los sonidos precolombinos, en especial los de la cultura mapuche. Con tamaños antecedentes, y sumando los aportes del baterista Pablo Stagnaro y la guitarrista Cler Canifrú -ambos compañeros de ruta durante casi una década-, había que cruzar el umbral hacia el equilibrio perfecto entre la identidad local y la fuerza del Metal, derivando en lo que debe ser, por lejos, la cumbre en su totalidad. 

  Importante recalcar el concepto detrás de "Kelmuya", cuyo significado se remite a la cultura Hopi, originaria de Norteamérica. El inicio del calendario, correspondiente a Noviembre según el cristianismo, el cual evoca al 4to de los 7 mundos por los que debe atravesar la humanidad. Un mundo en el que el ser humano debe aprender a ser animal, priorizar el instinto. Un concepto reflejado en la producción del álbum, donde prima el instinto y la geografía interior, las primeras reacciones del humano en la infancia, el inicio de su existencia. 

   Desde la apertura con "Kallisaya", nos encontramos con una placa que avanza segura y a paso firme entre los misterios de nuestra tierra, tantas veces explorados pero que no paran de revelarnos nuevos secretos. Sonido chileno y sudamericano en toda su forma, denotando de entrada el aprendizaje logrado, mientras fluye la maestría propia de un estilo que no tiene empacho en erigirse como propio. La voz de Cler Canifrú encaja en este piélago sonoro, donde converge el grito de guerra de todo un pueblo con el poder de la música concebida desde lo más profundo del alma. 

 La mención a (Don) Jorge Campos en esta formación se traduce en un bajo que comparte (y disputa) protagonismo con la guitarra de Gabriel Hidalgo, como podemos apreciar en la siguiente "Eukarya". La unión entre el buen gusto y la espontaneidad, se transcribe en un track donde las ráfagas guitarreras y el misterio de los paisajes australes parecen caminar tomados de la mano, trazando un sendero en los abismos cordilleranos. Al desempeño de las cuerdas, menester recalcar el sobresaliente trabajo de Pablo Stagnaro, cuya labor baterística constituye un aporte imprescindible en el paisaje musical con que "Kelmuya" expone sus credenciales desde el comienzo. 

 La tensión sofocante de "Whipala" y el torrente implacable de "Yakari" entablan una hermandad a prueba de balas, dando cuenta de un trabajo en guitarras que solamente juega en favor de la música, al mismo tiempo que la paleta de sonidos es aplicada con la coherencia propia de la identidad. Guitarras llenas de vida y sentimiento combativo, acorde a estos tiempos de lucha constante. Por otro lado, "Upelafken" surge como un túnel hacia las profundidades de una tierra que preserva celosamente sus secretos y los devela de a poco, conforme avanzamos a paso firme y lento, con precaución. Una cosa es el virtuosismo y la experticia técnica, otra muy distinta es la imagen y sensaciones que proyecta la música. Constante en su groove, rico en matices sensoriales y categórico en todas sus líneas. Un corte que, pese a su extensa duración -10', aproximadamente-, nos impulsa a seguir nuestro camino sin detenernos ni mirar atrás. LLámenle 'Metal de raíz' o como guste a uno, pero la tormenta solar con que cierra el corte habla más que cualquier etiqueta. 

 Llamativo y digno de profundo escrutinio nos resulta el contraste entre "Samka" y "Weichan". La paz espiritual que transmite la primera choca de frente con el martilleo inflexible de la segunda... al menos en apariencia. La gran virtud de "Kelmuya" queda de manifiesto en la capacidad con Hidalgo incursiona como un sibarita al momento de cocinar este plato, experimentando con diversos ingredientes y sabores, a la vez que su firma reluce triunfal y con brillo propio. Si no lo creemos así, "Maropeng" despeja toda duda al respecto; Prog Metal repleto de sabor latinoamericano en su groove, el cual nos desnuda su identidad a medida que avanza el track. Magistral y sublime por donde se le mire. 

 Cerrando este viaje a través del lado animal de la humanidad, el track que titula la placa y una dosis de categoría y ambición suficientes como para terminar sumergiéndonos en el rincón más profundo de nuestro ser, a la vez que se nos abren las puertas del pensamiento en torno a la raíz interior. Hay que asumirlo; estos 10' de vanguardia y belleza resumen la grandeza con que Hidalgo dejó fluir sus necesidades personales, entregándose por completo a los designios de la naturaleza pero siempre consciente del paso que acaba de dar. "Kelmuya" es precisamente eso y todo lo que conlleva: el inicio de un nuevo ciclo, quizás menos 'cerebral' respecto a sus antecesores pero su conexión con la tierra de la que venimos es tan genuina y curativa como el agua que corre a través de los ríos australes. 
  

Escrito por: Claudio Miranda 

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