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#Especial: Megadeth-"Peace Sells... but Who's Buying?"

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  Hace casi dos años, aproveché esta tribuna para explayarme sobre "Rust In Peace", el trabajo que consolidó a Megadeth como uno de los titanes del Metal técnico a nivel mundial. No tengo empacho en señalar que la primera vez que escuché este disco (específicamente, el riff inicial de 'Holy Wars... The Punishment Due'), nada volvería a ser lo mismo para quien escribe estas líneas. De lo poco que conocía y había escuchado de la pandilla liderada por el siempre controvertido Dave Mustaine hasta ese momento, "Countdown To Extinction", "Youthanasia" y el más radial pero igual de interesante "Cryptic Writings" ya me mantenían conectado con un estilo de música repleta de melodía, complejidad y letras totalmente conectadas con la realidad personal y el entorno que te rodea. Sin embargo, por mucho que el álbum de 1990 sea considerada (y con justa razón) la placa definitiva de los californianos, me permito nuevamente tomarme esta tribuna para reivindicar un trabajo que, hace treinta años exactos, sorprendió en base a originalidad, complejidad y un concepto que le daba al Thrash Metal una identidad y discurso propios, inusuales en un género en que aún la rebeldía juvenil demostraba su rabia aún no canalizada.

Todo fanático/amante del Thrash Metal de los '80 debiera tener claro cuál fue el año en que el género estalló al punto de consolidarse por sí mismo, a pesar de la omisión inicial por parte de los medios. 1986 fue el año en que el estilo liderado por Metallica y Slayer (quizás las dos agrupaciones más emblemáticas, incluso más allá de la respectiva etiqueta) golpeó fuerte el tablero y pisó tan fuerte el suelo que todo un planeta se remecía ante toda esa horda de bandas que emulaba de manera salvaje el impacto generado por Metallica en 1983 con ese puñetazo directo a la cara llamado "Kill 'Em All". Tanto EE.UU. como Europa (principalmente Alemania, para muchos donde el Thrash se 'perfeccionó' al punto de establecer un nexo entre la marcialidad del Heavy Metal de aquellos años y el salvajismo propio del naciente Death Metal).

  Metallica alcanzaba la cima con "Master Of Puppets" sin necesidad de recurrir a ningún medio masivo de comunicación. Slayer dictaba las bases de lo que será Metal Extremo durante las próximas décadas con "Reign In Blood" (debe ser, por lejos, el mejor álbum de Metal de todos los tiempos). Dark Angel no se quedaba atrás y la extrema violencia sonora de "Darkness Descends" les valdrá su sitial de honor dentro de aquella generación dorada. Mientras, desde Alemania, una horda repleta de jóvenes bandas también tiene algo que decir. Kreator, Sodom, Destruction y Tankard publican trabajos cuyo nivel instrumental y creativo, pese a no contar con la misma difusión masiva, daba cuenta del rumbo que tomaría el Thrash durante los próximo años, incluso sobreponiéndose a todo tipo de tendencias impuestas por la industria.


    Ahora, volvamos a situarnos en California, específicamente Los Angeles. Para ser más precisos, sería en 1983 cuando, luego de su abrupta pero necesaria expulsión de Metallica, Dave Mustaine comenzaba a planear lo que en un comienzo fue concebido como una venganza contra sus antiguos 'hermanos'. Un año después, con la primera formación ya conformada por Mustaine, el bajista Dave Ellefson y el baterista Gar Samuelson (Kerry King participaría en algunos shows), Megadeth debutaba en vivo y no tardaría en llamar la atención del público y la crítica especializado gracias a la estructura compleja de las canciones, los solos de guitarra influenciadas notoriamente por el Jazz y la velocidad sobrehumana que hacía de Megadeth una banda fuera de lo común. Y si bien el impacto provocado por los primeros trabajos de Metallica, Slayer y Exodus generaba  réplicas cada vez más intensas, sería en 1985 cuando el cuarteto, con el guitarrista Chris Poland ya incorporado de lleno, publica su LP debut titulado "Killing Is My Business...And Business Is Good!". Los sentimientos encontrados se hacen sentir pronto al interior de la banda: la precaria producción (la mitad del dinero destinado al álbum terminó 'invertida' en un cóctel de drogas de todo tipo) no le hizo justicia en absoluto a un trabajo cuyas composiciones parecían provenir de la mente y las manos de músicos experimentados, y no de un grupo de jóvenes drogadictos descontrolados. Sin embargo,"Killing Is My Business...And Business Is Good!" obtiene una recepción notable entre los fans y la prensa especializada, la cual no tarda en caer rendida ante semejante muestra de genialidad, por cierto bastante inusual en un género que se caracteriza más por la violencia estética, la velocidad extrema y un sonido sucio y no apto para quienes pensaban que en USA no existía nada más pesado y sucio que lo hecho por Kiss y Van Halen (Solo Judas Priest, Scorpions y Iron Maiden conformaban la camada triunfante en Norteamérica proveniente del Viejo Continente)

    Como mencionábamos anteriormente, 1986 marcó el estallido del Thrash y su consolidación como género totalmente paralelo a otras corrientes con mayor llegada masiva, como era el caso de la oleada de bandas surgidas desde el Sunset Strip de Los Angeles (Mötley Crüe, Ratt, Poison, Cinderella). Megadeth no se quedaba atrás y publica un trabajo que dejaba en claro que las coincidencias no existen: "Peace Sells... but Who's Buying?". Si el trabajo debut sorprendía por su propuesta artística (aunque opacada por un nefasto trabajo en producción, gran parte responsabilidad de la propia banda), el segundo álbum se encargaría de despejar todas las dudas respecto a lo que se traía entre manos la mente desquiciada pero incansablemente creativa de Dave Mustaine.

  Grabado entre Febrero y Marzo del mismo 1986,y bajo la supervisión del mítico productor Randy Burns (Possessed, Death, Kreator, Nuclear Assault, Suicidal Tendencies), "Peace Sells... but Who's Buying?" conjuga a través de sus ocho tracks una serie de elementos que llaman de inmediato la atención tanto a nivel instrumental como lírico. La impresión a la vista resultó decisiva al momento de presentar el álbum en sociedad. La portada con Vic Rattlehead afuera de las ruinas del edificio de la ONU (obra del destacado ilustrador Ed Repka, responsable también de la mítica portada que ilustra ese posterior monumento llamado "Rust In Peace", y también reconocido por sus trabajos para Death, Evildead, Defiance, Atheist, Nuclear Assault, Toxic Holocaust y un sinfín de agrupaciones fundamentales) tomaba por sorpresa a toda una generación de 'headbangers' que, hasta entonces, solo deseaba 'destruir y matar' (parafraseando el título de un clásico de los legendarios argentinos de V8). Y si la portada insinuaba un discurso plenamente anárquico, incluso nihilista hasta cierto punto, el videoclip del tema que le da título al álbum complementaría aquella asociación revolucionaria entre la fuerza juvenil del Metal y aquel discurso que llamaba a rebelarse contra los poderes fácticos existentes. Por primera vez, el Metal podía jactarse de tener un contenido real, basado en lo que ocurría en nuestro entorno y lo que acontecía tanto a nivel local como en aquellos países en los que el régimen de turno, bajo pretextos "ideológicos", reprimía brutalmente a su pueblo mientras unos pocos se enriquecían a costas del empobrecimiento de las clases más desprotegidas. Chile, en esos años, no estaba para nada ajeno a la situación por la que pasaban las naciones latinoamericanas en dictadura y quedaría inmortalizado en el video de 'Peace Sells' con imágenes de la represión de Carabineros en medio de uno de los tantos movimientos sociales de aquel oscuro período de nuestra historia.


    Vamos de lleno al álbum, cuyo comienzo te pilla totalmente desprevenido. 'Wake Up Dead', el corte inicial, deja en claro los beneficios de una producción mejorada en favor de las virtudes técnicas y creativas con que Megadeth ya daba que hablar. La batería cabalgante de Gar Samuelson mantiene el hilo conductor mientras las guitarras a cargo de Dave Mustaine y Chris Poland rompen con todo lo convencional pero manteniendo la intensidad flameante. El bajo de Dave 'Jr' Ellefson, a pesar de su presencia algo opacada por las guitarras, genera la profundidad necesaria para que el veneno expelido en cada riff haga efecto en los sentidos humanos. Todo esto mientras Mustaine susurra con su habitual y característico fraseo repleto de rabia y mala leche el violento quiebre con su novia de aquella época, cuando la encontró acostada con otro sujeto en plena madrugada, mientras Mustaine volvía ebrio de una de las tantas juergas a las que solía asistir. A destacar el quiebre que da inicio a la sección final, con el Colorín despachándose un solo que hasta el mismo Yngwie Malmsteen hubiese querido registrar legalmente a su nombre y esos coros hechos para gritarlos a la cara.


    Un elemento interesante de este trabajo es que, si bien no destaca por la misma calidad de producción y sonido que los trabajos posteriores, genera una atmósfera que lo asocia fácilmente con aquel período que los fans suelen denominar 'los años enfermos' de Dave Mustaine. Es sabido que la mente creativa y todo poderosa de Megadeth incurrió en todo tipo de excesos, incluyendo una fascinación tan ingenua como atrevida por el ocultismo y la magia negra. 'The Conjuring' refleja de manera cruda y magistral aquella genialidad muchas veces guiada por la propia locura, derivando en una composición solo comparable a lo que sus ex compañeros inmortalizaban en placas como "Ride The Lightning" y el recién publicado "Master Of Puppets". Tanto Mustaine como el propio Chris Poland se despachan un trabajo de joyería en las seis cuerdas, dando cuenta de una ambición musical traducida en interpretaciones escalofriantes. En tanto, la sociedad rítmica compuesta por Samuelson y Ellefson hace y deshace a su gusto. Cuesta creer que en estos jóvenes músicos (Gar Samuelson y Chris Poland contaban con 28 años de edad cada uno, mientras los dos Dave se encontraban en la plenitud de sus veintitantos, Mustaine tenía 25 recién cumplidos y Ellefson estaba ad portas de cumplir los 22), fueran capaces de derrochar tanta experticia técnica y creativa cual veteranos. Por lejos, 'The Conjuring' debe ser uno de los mejores momentos tanto de "Peace Sells..." como de todo el catálogo de Megadeth. Hoy está prácticamente ausente de los directos debido a la conversión religiosa de Dave Mustaine, lamentable si consideramos que se trata de una obra de arte, una Declaración de Principios por parte de una agrupación que, pese a los excesos fuera del escenario, siempre fue exigente consigo misma, con sus propios componentes al tope de sus capacidades.

  El lado A del vinilo/cassette continúa con el corte que titula el álbum y, de paso, un himno de toda la vida. El riff de bajo a cargo de Ellefson (originalmente compuesto por el propio Mustaine) constituye una seria  advertencia sobre lo que se vendrá. Un riff certero y pegajoso a la primera escucha, con un groove tan simple como efectivo, coloreado por un trabajo soberbio en guitarras. Suficiente para que Dave Mustaine se ocupe de exponer su visión política sin pelos en la lengua. Un discurso frontal y crudo, con el que los ideales democráticos predicados por el gobierno de turno eran desmenuzados hasta quedar en un saco de huesos corroídos. "Can you put a price on peace?", pregunta Dave Mustaine en pleno quiebre que da comienzo a la sección final, con el acelerador hasta el fondo y un coro hecho para ser entonado con el puño en alto hasta el cansancio. Más allá del desempeño técnico de cada uno de sus componentes, Megadeth deja en claro que nada de eso sería posible sin la actitud necesaria para hacer entender que la música puede conformar un canal de expresión cultural y social con el que quizás no podamos cambiar nada, pero sí gritarlo todo. Para finalizar la primera parte de la placa, la cabalgata salvaje de 'Devil's Island' (nombre que recibe hasta hoy una isla ubicada cerca de la Guyana Francesa utilizada como recinto penal desde mediados del siglo XIX y cuyos prisioneros eran mantenidos en condiciones infrahumanas), con el propio Dave Ellefson erigiéndose como pilar fundamental en el sonido maldito y áspero de estos Megadeth.

  La cara B del LP comienza de manera totalmente distinta, pero no menos interesante. Una intro repleta de oscuridad y misterio, con un matiz de dramatismo bastante acentuado que te deja al acecho de tu victimario. Y precisamente esta intro titulada 'Good Morning' la que da paso a 'Black Friday', uno de los cortes más desquiciados del catálogo de Megadeth (y ¿por qué no?, el punto más alto del álbum), con el dúo Mustaine-Poland causando todo tipo de estragos. El relato en primera persona de un maniático asesino en serie da cuenta de cómo Dave Mustaine, sin tener una voz privilegiada, podía despacharse una interpretación escalofriante, como si él mismo fuera aquel ser enajenado que relata con frialdad y al detalle sus crímenes. "Peace Sells... but Who's Buying" es una placa que posee clásicos por doquier, lamentable e inexplicablemente ausentes en los directos actualmente. Algo similar ocurre con 'Bad Omen', con un eximio Gar Samuelson dando cuenta de sus capacidades como instrumentista, siempre rompiendo con todo lo que entonces parecía convencional. No es exagerado afirmar que el extinto baterista era un animal con el instrumento, así como un metrónomo humano. Quizás menos salvaje e incendiaria que su antecesor pero 'Bad Omen' permite apreciar el excelso trabajo que tanto el colorín como el propio Chris Poland desempeñaban de manera magistral en las seis cuerdas.

  La recta final nos encuentra con una suerte de 'blues-thrash' bien vacilón. Totalmente inusual en un género que, hasta esos años, se basaba exclusivamente en el sonido sucio de Motörhead, los riffs asesinos de Judas Priest y la oscuridad gótica de Black Sabbath. Pero 'I Ain't Superstitious' (escrita originalmente por el icónico bluesman Willy Dixon) barría con todos los dogmas respecto al 'divorcio' que se dio una década antes entre el blues y lo que después sería conocido como Heavy Metal. Hay que recalcar que la versión de este clásico del Blues está basada en la que inmortalizó Jeff Beck en el disco debut "Truth", publicado en 1968. Para entonces, el ex integrantes de The Yardbirds empezaba a dictar patrones sobre el Rock Duro junto al siempre fundamental Jimi Hendrix, incluso antes de la sorpresiva aparición de Led Zeppelin en el mapa. Para un obsesivo como Dave Mustaine, 'I Ain't Superstitious' marcaba la prueba necesaria para demostrar que Megadeth era una banda compuesta por músicos de primer nivel, en especial sus guitarristas. Porque si hay algo que el colorado ha puesto en evidencia, pese a sus arrebatos y polémicas fuera de la música, es que Megadeth es una banda para GUITARRISTAS. Para la anécdota, su estreno en vivo se produjo en septiembre de 2012, precisamente en la segunda de esas épicas noches durante su enésima visita a territorio nacional, con el Caupolicán abarrotado por partida doble
.
  Finalizando el recorrido, nos encontramos con 'My Last Words', una muestra genuina de Speed-Thrash Metal a la vena. Un corte temerario, directo al mentón, con la banda descargando sus últimos cartuchos en pleno campo de batalla. Desde el reptante arreglo de guitarras del principio hasta el impacto final, 'My Last Words' destaca por ser un tesoro escondido para los menos cercanos al Thrash, pero fundamental para los seguidores del Speed-Thrash de fina cepa. Final vertiginoso y y repleto de adrenalina para un álbum que no sabe de puntos bajos en ninguno de sus flancos.

  El impacto generado por "Peace Sells... but Who's Buying?" se hizo sentir a nivel global.no solo mejoraba lo presentado en el debut, sino que ratificaba de inmediato una fórmula lisa y llanamente asesina, cuya mixtura de virtuosismo, actitud y originalidad trascendió tanto dentro de los circuitos underground como en los medios masivos. El propio Alice Cooper (el máximo ídolo, mentor y mejor amigo de Dave Mustaine) los invitaría a compartir escenario durante la gira 86-87. Incluso en Europa, Megadeth se volvió un fenómeno que no tardaría en evolucionar a su actual condición de referente. Sin embargo, la banda por dentro empezaría a pasar una de sus peores crisis antes de alcanzar la gloria unos años más tarde: Chris Poland y Gar Samuelson, adictos empedernidos a la heroína, empeñan parte del equipo de la banda para satisfacer sus 'necesidades'. Dave Mustaine, otro adicto en ese tiempo, descubre lo que ocurrió con su equipo y despide a ambos. Sería solo uno de los tantos episodios que hubo de sortear antes del éxito a nivel mundial obtenido a través de los emblemáticos "Rust In Peace" y "Countdown To Extinction", trabajos que contaron con Marty Friedman en guitarra y el recientemente malogrado Nick Menza en batería durante los '90. Por supuesto, esa es una historia que ya hemos relatado anteriormente pero que pronto abarcaremos más detalladamente.


  "Peace Sells... but Who's Buying" se convirtió en una placa fundamental por méritos propios. Complejidad, maestría, buen gusto, discurso. Todos aquellos elementos son hasta hoy esenciales dentro de un género que, pese a su longevidad, sigue dictando cátedra, en sus variadas formas. Más allá de los excesos y las polémicas, Dave Mustaine se erigió de inmediato como el arquitecto de un género musical con tintes de revolución. Por primera vez, el Metal adquiría un discurso real, ofreciendo su visión política respecto a lo que ocurría alrededor. Cuando nadie lo pensó, Megadeth se atrevió a decir las cosas como son, complementando el discurso con la calidad técnica y creativa suficiente como para romper todos los moldes existentes, incluso dentro del propio Thrash Metal. Aunque la paz venda, nadie la comprará mientras no seamos conscientes de lo que nos afecta a diario como ciudadanos. Con "Peace Sells...", el fuego de la revolución sigue flameando luego de tres décadas, y con más fuerza. Dave Mustaine, antes de conquistar el mundo y en plena lucha incesante contra sus demonios y adicciones, descargó la primera ráfaga dirigida hacia los estamentos sociales y culturales impuestos por unos pocos. Genio creativo, músico e instrumentista exigente,  ideólogo y figura, el colorín se aseguró la categoría de leyenda en menos de lo esperado.  Digan lo que digan, un trabajo como "Peace Sells..." siempre llamará a remecer el status quo hasta no quedar nada en pie, haciendo arder el mundo en llamas. Después de tres décadas, el remezón aún se hace sentir. Y eso solo logra un clásico con todas las de la ley.


Escrito por: Claudio Miranda


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