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#LiveReview: Anthrax en Chile "Spreading The Euphoria"


Pocas son las bandas que han sabido asegurar su condición de local en nuestro país, incluso sobrepasando la frontera del romance. Y si hablamos de Anthrax, cada visita desde el histórico concierto brindado en 2010 en el Teatro Caupolicán -con el retornado Joey Belladonna capitaneando el 80% de la alineación más recordada, luego de su debut en el festival Monsters of Rock de 1998 con el impecable John Bush en la voz- resulta un espectáculo en el que, inevitablemente, el espectáculo lo protagoniza el público. No es para menos tratándose de la agrupación que le proporcionó al Thrash Metal el toque de diversión y fiesta con que el género ya no sería solamente miradas enojada, estética intimidante y canciones de guerra y asesinatos, a lo que se suma un excelente gusto al momento de combinar melodías certeras con la abrumadora energía reflejada en cada riff, siempre en base a la tremenda experticia técnica con que los neoyorkinos se aseguraron un lugar, no solo como referentes de un género determinado, sino además dentro de la cultura popular, privilegio que comparte con otros grandes como son Slayer y, era de esperarse, Metallica. Eso sí, y obviando la presentación del año pasado en el Estadio Nacional como invitados de Iron Maiden, la presentación de anoche en el recinto de calle San Diego revivió el sentido de ritual para los amantes del Thrash Metal de la vieja escuela como ocurrió en 2013 cuando Testament se sumó a una jornada histórica, en la cual fue registrado el magnánimo DVD Chile On Hell. Esta vez, los invitados estelares serían los alemanes de Assassin -su regreso luego de su debut en territorio chileno en 2012-, legendaria banda de culto dentro del Thrash Metal en su esencia más purista al estilo de sus colegas de generación más exitosos -Kreator, Sodom, Destruction y Tankard-, por lo que la convocatoria estaba dirigida, en su gran mayoría, a los amantes y seguidores de un estilo que, durante más de tres décadas, se consolidó como una revolución socio-cultural que va mucho más allá de la música.


  A las 19 horas, y con puntualidad inglesa, los primeros fuegos se abrirían con Forahneo, quienes iniciarían de inmediato su tarea con la inédita "Decrepitus", imponiendo sus términos de manera soberbia y con el bajista/cantante Eduardo Jarry despachándose un trabajo contundente no solo a nivel instrumental y vocal, sino también pregonando su respectivo discurso, siempre dirigido contra la autoridad política y eclesiástica. "F.Y.V.M.", "Black the Day", "Among Thieves" y "Code of Silence" conformaron un set que, pese a su brevedad, bastó para desatar el primer mosh de la jornada en un recinto con la cancha a medio llenar, aunque el entusiasmo por parte de los presentes en esos instantes bastó para que el cuarteto saliera a matar o matar. Por supuesto, es necesario destacar el desempeño de cada uno de sus integrantes, en especial la del eximio guitarrista Sergio Aravena (ex-Necrosis y actualmente en los supremos Torturer), quien aprovechó su momento solista para exponer sus credenciales como referente histórico y vigente de la guitarra en el Metal a nivel local. En solo media hora, el Metal combativo de Forahneo fue una seria alerta respecto a lo que se nos vendría, y de paso, una clara muestra de categoría cuando se trata de hacer las cosas bien y trabajando duro.


Poco después, cuando el reloj aún no marcaba las 20 horas, y con el icónico guitarrista Frank Blackfire, Assassin nuevamente se subió a un escenario local, esta vez para expandir su onda devastadora en un lugar más amplio. Lo mejor de todo: la centrífuga humana que arrasó con todo en la cancha desde el inicio con la clásica "Fight (To Stop the Tyranny)", con la banda liderada por su fundador, el guitarrista Jürgen "Scholli" Scholz, quien es, a la vez, el único sobreviviente de la formación con que el Thrash alemán reforzó su reputación marcial y pura respecto a lo que ocurría con su contraparte al otro lado del Atlántico.

  Una hora le bastó al quinteto originario de Düsseldorf para sembrar la mortandad de principio a fin, manteniendo la fiereza incendiaria que les ha valido un sitial de honor entre los seguidores de un género que se niega a transar su crudeza primigenia, como se pudo apreciar en pasajes como "Breaking The Silence", "The Last Man" y "Back From the Dead", conformando un set que intercala el pasado subterráneo con el fogoso vigor de los tiempos recientes. Notable el desempeño de Ingo Bajonczak, un frontman cuya presencia escénica y desempeño vocal se hacen sentir con una fuerza irrefrenable, incluso se da el lujo de arrojarle agua al público ya extasiado. Otro momento a destacar fue la particular versión de "Baka", con Ingo incentivando al público a cambiar el coro-título por un estruendoso "conchxxxxxxre", generando la reacción inmediata por parte de un Caupolicán que, a esas alturas, ya repletaba todos sus rincones.


A nivel de componentes, el desempeño de Frank Blackfire sobrepasa todo lo esperado, demostrando que su pasado en Sodom y Kreator se mantiene como un recuerdo tan fresco como sus solos electrizantes y la cercanía que entabla con los fans, aprovechando el escenario del Caupolicán a su gusto. Al mismo tiempo, la dupla que compone junto a Scholli -un tipo de bajo perfil pero cuyo dominio técnico en las seis cuerdas adquiere dimensiones colosales- barre con todo, mientras la base rítmica formada por el bajista Joachim Kremer y el baterista Burn Sondermann mantiene la intensidad de la metralla con que los alemanes aniquilan todo  lo que se encuentre a su alrededor, apenas dejando sobrevivientes para lo que sería el plato de fondo. Para el final, el himno "Assassin", con el público apropiándose del insigne coro e interactuando con Ingo, un maestro de ceremonias consumado.  Una hora de Thrash Metal asesino y químicamente puro, con la efectividad del cianuro y la inflamabilidad del napalm. Con Assassin, lo que puede sonar a metáfora, más bien conforma el retrato de un mundo donde el terror es una realidad cotidiana y sagrada. Nada más lejos de lo que ocurre en nuestro entorno en la actualidad.


Luego de poco más de 20' de espera, suena el megaclásico de Iron Maiden "The Number Of The Beast" y, apenas se apagan las luces, "Can't Turn You Loose" -la obertura de la película musical The Blues Brothers, protagonizada por el fallecido comediante John Belushi, a quien los neoyorkinos le harían referencia en "Efilnikufesin (N.F.L.)"- nos alerta de inmediato que el recinto se podría venir abajo con el remezón cada vez más fuerte provocado con la intro de "Among The Living" y la aparición de Scott Ian, Frank Bello, Charlie Benante y Jonathan Donais. Y de pronto, el estallido inicial con "A.I.R." termina por echar abajo el recinto ya colmado, generando el moshpit gigantesco que se mantendría hasta el final destrozando todo a su alrededor como un tornado. Un comienzo feroz hasta la médula, coronado con la aparición de un Joey Belladonna que, a sus 57 años, se mantiene en forma y ha sabido sortear el paso de los años con la categoría propia de los grandes por mérito propio a nivel vocal y escénico. Una empezada demoledora seguida por la despeinada "Got the Time", transformando el moshpit en una pista de baile. Anthrax es una fiesta a la que todos están invitados y no hay lugar para amargados ni caras largas.


Si hubiera que investigar en qué radica la reputación de Anthrax como acto en vivo de categoría mundial -incluso más allá de un género determinado-, debemos apuntar al set compuesto por bombazos de Thrash Metal salvaje con melodías pegajosas pero con buen gusto. Suficiente para hacer de "Caught In a Mosh" la banda sonora de un ritual que llama a que seamos parte del caos en su máxima definición y situar "Madhouse" como una oda al humor macabro, con el público dejándose llevar a la deriva como los pacientes del hospital psiquiátrico que deambulan en el recordado videoclip de 1985, a la vez que entona el coro con puño en alto, cual himno de guerra. Reacción similar podemos apreciar en el apocalipsis zombie de "Fight 'Em Til You Can't", ícono de la vigencia recuperada a principios de la década en curso luego de finalizar la anterior de manera irregular.


 El brillante presente reflejado en la emotiva "Breathing Lightning" -con el público coreando la melodía principal desde el inicio- y el pasado dorado al que nos transportamos con el riff inicial de "Medusa" se intercalan de manera certera y fluida. La distinción entre una era u otra se disipa en medio del mosh y los cuerpos que caen sobre el mar de gente, mientras más de alguno aprovecha de saltar al escenario cual gato montés al escenario, obligando a los guardias a reforzar las medidas de seguridad. Pero poco y nada de aquello resulta útil cuando Scott Ian y el mismo Joey Belladonna se acercan al público en ambos extremos del escenario, dejando en claro que su cercanía con los fans es tan real como la energía desplegada en vivo durante todo el espectáculo.


Dentro de la euforia que envolvía el interior del recinto, la sorpresiva inclusión de "Intro to Reality" y "Belly Of The Beast" marcó un momento a destacar, pues su efecto en vivo debe ser, por lejos, la muestra más contundente respecto a la integridad musical de una agrupación cuya discografía nunca decreció a nivel de composición e ideas. Y aquí sí es necesaria la mención a las individualidades que aportan al ensamble de esta máquina infernal llamada Anthrax. A Scott Ian lo puedes ver saltando y corriendo por todo el escenario de la misma forma que su trabajo en la guitarra rítmica se vuelve una cátedra de creatividad y ambición musical con intenciones serias, siempre apuntando hacia arriba pero sin perder su esencia: la rebeldía juvenil con que los neoyorkinos se consagraron como íconos para muchas generaciones. En tanto, su compañero de cuerdas Jonathan Donais, pese a su notorio bajo perfil respecto a sus compañeros más veteranos -al menos para quien escribe, es imposible no verlo como "el nuevo" luego de cuatro años, tras haber tomado la vacante dejada por el saliente Rob Caggiano-, todo se compensa con su desempeño técnico y sus solos de alta factura, quizás menos electrizantes que lo realizado por el histórico Dan Spitz pero siempre con personalidad propia, la misma expuesta durante su etapa como componente en Shadows Fall. Y respecto a la base rítmica, aún nos preguntamos cómo lo hace Frank Bello para mantenerse corriendo y "bailoteando" sobre el escenario mientras aporrea las cuerdas de su instrumento, aportando con esa presencia escénica y técnica a la que es imposible permanecer impasible. Mientras, el trabajo realizado por Charlie Benante en la batería debiera ser considerado material de estudio para cualquiera que desee iniciarse en el mencionado instrumento. De esos músicos que, tanto en vivo como en estudio, hace y deshace con una precisión escalofriante, al mismo tiempo que aporta a la soltura con que Anthrax se desenvuelve sobre el escenario como si estuvieran en el living de tu casa.


El groove pendenciero de "I Am The Law" continua el set sin disminuir en lo absoluto la intensidad, mientras la 'mala leche' de la instrumental "March Of the S.O.D." se encarga de recordarnos la esencia sucia y callejera de una banda que, pese a su reconocido sentido del humor, le da cara a cualquier agrupación de "grandes éxitos" y estadios grandes -a esa hora se llevaba a cabo el concierto de Green Day en el estadio Bicentenario de La Florida-, siempre con esa agresividad forjada en los bajos barrios. Y si vamos a bajar las revoluciones, que sea para que aflore la emoción como ocurre en "Blood Eagle Wings", corte extraído del aclamado For All Kings (2016), trabajo que hubiese sido mejor aprovechado de mejor manera y no así tan mezquinamente. Pero los clásicos rigen ante todo y por lo mismo cualquier sensación de extrañeza desaparece apenas la melodía fúnebre que da paso a "Be All, End All" es entonada por un público, a esas alturas del partido, entregado por completo al ritual metalero con que Anthrax se erige como catedráticos de todo lo que significa espectáculo, calidad y actitud por igual.  Finalizando el set principal, una celebrada hasta el sudor "Antisocial" -original de los franceses Trust pero con el sello inconfundible de los neoyorkinos tanto en su versión de estudio como en vivo-, ratificando el concepto de fiesta con que Anthrax, en sus presentaciones, le cede el protagonismo al público de manera generosa e inteligente.


Una vez finalizado el set, y luego de un breve descanso, llegaría el final con una dupleta que terminaría por dejar el Caupolicán completamente en ruinas, totalmente hecho un forado equivalente al de un cataclismo nuclear. Primero la monumental "Indians", con un alborozado Belladonna liderando la rebelión indígena para desencadenar el moshpit y rematar con un estremecedor: "WAAAAAAARRR DAAAAANNCE". Épico hasta la médula, conmovedor como las melodías guitarreras pronunciadas por la dupla Ian/Donais y la percusión tribal a cargo de  Charlie Benante, un todoterreno por donde se le mire. Y para el broche de oro, una suprema "Among The Living" cantada a todo pulmón por un recinto colmado en sangre, sudor y lágrimas. Y cuando la banda ya se ha retirado del escenario, el bueno de Joey Belladonna nos regala una pequeña versión 'a capella' de la emblemática "Closer To The Heart" del legendario grupo canadiense Rush, influencia reconocida por los mismos neoyorkinos, en especial por el veterano cantante. Casi nada.

  Sería muy apresurado y poco objetivo hablar de este concierto como el mejor de todos los realizados por el quinteto neoyorkino desde aquel lejano 1998. Algunos se quedarán con la emotividad de la visita de 2010, en plena fiebre "Big 4", otros con la velada brindada en 2013, con registro audiovisual incluido, en el cual el cariño de los fans locales y la 'experiencia' de las presentaciones de la banda se ven y se sienten reflejadas hasta el tuétano. Una cosa es segura: Anthrax, sobre el escenario, no falla ni fallará nunca. Cuando se trata de esparcir euforia a chorros como un virus letal, nada ni nadie los supera. Ni en esta vida ni en la otra.


P.D.: ¿Qué habrá hecho Joey con el 'porro' que le tiraron de regalo desde el público?


Escrito por: Claudio Miranda
Fotos por: Diego Pino

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